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¡Accidente a bordo! cuando la imagen es la noticia

06/12/2017 Hace unos días el buque de la Royal Fleet Auxiliary (RFA) británica Argus A135 atracó en los muelles de la Estación Naval de A Graña en Ferrol. Una escala imprevista que se prolongó apenas 36 horas.

El Argus es un veterano RO-RO civil adquirido por la flota auxiliar británica y adaptado para desempeñar cometidos como buque hospital en tiempo de guerra; y habitualmente como buque-escuela de dotaciones aeronavales, tarea que estaba desarrollando con los aparatos del 825 Naval Air Squadron (NAS). Se trata por tanto de un buque no precisamente moderno pero sí interesante para documentar gráficamente; y su visita no anunciada, poco habitual pero no infrecuente entre buques OTAN en la rada ferrolana.

Tras una sesión fotográfica relativamente rápida la sorpresa surge al revisar las imágenes capturadas por la cámara: varios operarios con el apoyo de una grúa automóvil a pie de muelle se afanan en el afirmado del enganche de uno de los helicópteros AgustaWestland AW-159 Wildcat embarcados, que yace trincado sobre la cubierta de vuelo en una posición precaria con las palas de sus rotores sin plegar y asomando parte de su fuselaje y el puro de cola por la borda, a babor, sin mayores daños aparentes; lo que sugiere que tuvo dificultades durante sus operaciones de vuelo, algo que no resulta extraño dado que los Wildcats y sus dotaciones son sometidos a un considerable estrés durante su adiestramiento avanzado en el entorno marítimo.

La Royal Navy no emitió información oficial sobre este incidente. El último reporte sobre el RFA Argus es del 16 de noviembre y subraya el apoyo prestado por los Wildcats del 825 NAS al tripulante británico de un yate de recreo que se encontraba desarbolado y en dificultades en medio de un fuerte temporal en su ruta entre Azores y el Reino Unido.

El panorama de la información oficial, dominado por comunicados y convocatorias que introducen su agenda en los medios; y desde la popularización de las redes sociales, por perfiles institucionales colmados de mensajes orientados a emocionar más que a informar o lo que es peor, para no informar, genera un flujo continuo de información de la que es difícil sustraerse y que atenaza la labor informativa, sobre todo cuando llega el inevitable momento en que se confrontan los criterios del que tiene el deber de informar, en aras de la transparencia, y el que tiene el derecho a conocer, en aras del derecho a la información. Y las cosas no han cambiado mucho. Javier Sánchez recuerda un caso similar hace 20 años, en noviembre de 1997 el HMS Invincible (R05) arribaba a Barcelona en una escala también imprevista. El buque entró en puerto con un bulto oculto por una lona de color granate sobre su cubierta. Imperceptible a ojos de un profano, a Javier le llamó la atención: «pasaron unos días y al final se descubrió lo que se escondía bajo la lona, nada menos que un Harrier GR7 que descansaba en posición invertida sobre la cubierta de vuelo».

Los detalles fueron trascendiendo con el paso del tiempo, pero aquel aparato había caído al mar por una conjunción de factores humanos y mecánicos durante unas maniobras nocturnas al largo de la costa de Cerdeña. Probablemente gracias a que llevaba los depósitos subalares de combustible vacíos el avión mantuvo la flotabilidad el tiempo suficiente para permitir al piloto abandonar la cabina sin sufrir daños. Más tarde los buceadores pudieron asegurar la aeronave con flotadores siendo finalmente recuperada por el portaviones.

Javier recupera las fotos que mostramos y que tiene archivadas en papel: «La foto del Harrier fue publicada en un medio especializado con el que colaboraba por aquel entonces, su director la acompañó de un texto sin firma que era, por decirlo suavemente, una digresión histórica en la que afeaba a los ingleses todo tipo de agravios desde 1588 hasta hoy ...del avión hablaba poco» recuerda con humor.

La foto está fechada el 29 de noviembre de 1997 –el suceso había acaecido 4 días antes, y en La Vanguardia del 3 de diciembre también se hicieron eco del caso– llegó a los quioscos en el número de febrero de 1998 «por aquel entonces ni siquiera intuíamos lo que supondría la revolución digital, no ya en la toma y procesado de las imágenes que era un proceso relativamente rápido y asequible, sino en su transmisión y difusión, que es hoy prácticamente instantánea, aunque el proceso de comprobación y edición se mantiene inalterable».

A pesar de los años trancurridos, tanto en el caso del Harrier como en el del Wildcat se repiten los mismos patrones en el ámbito de la comunicación institucional: velando lo que es desconocido por el gran público o minimizando los incidentes operacionales menores, que no comportan daños personales de gravedad, en tanto éstos no trasciendan o se conviertan en un problema de comunicación más serio. En el otro lado está el cómo se afronta el tratamiento de estas informaciones en la redacción sin caer en el morbo o un cierto chovinismo. Javier lo resume: «hablamos de seres humanos operando o aprendiendo a operar aeronaves sofisticadas en un medio tan hostil como el océano ¿qué podría salir mal?». Los ingleses también lo dicen en castizo: worse things happen at sea.

Xoán Porto


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